jueves, 17 de julio de 2008

cuba!


16-6-08, lunes

Nos acabamos de casar. Estamos felices y tristones a la vez. Nuestras maletas son un desastre (las hicimos de resaca). Mi hermano Eduardo nos lleva a Madrid. Almorzamos torreznos en Almazán y comemos en un japonés estupendo. Nos embebemos. Dos horas en la cola para facturar. Montamos en el avión con dolor de cabeza. Parte del pasaje se emborracha. Dejan de servir ron y cerveza, aunque llevan un cargamento. No nos dormimos en las diez horas. Tengo hambre. Intento comprar algo en el avión de Cubana. Dos azafatas buscan "papitas para esta niña". Nada. Tengo un agujero en el estómago y llevo tres días seguidos de resaca. Aterrizamos en Santiago. No hay ni un alma en el aeropuerto. Nos cuentan que sólo llega un avión al día. El lunes los españoles, el martes los franceses, el miércoles los canadienses... La ciudad lo sabe y los buscavidas se preparan el repertorio de cebos. Nos recoge un taxi. Un tartamudo nos mete las maletas aunque no se lo hemos pedido. Le damos dinero. Se llama José. Llegamos al hotel. Lo que hemos visto por el camino nos gusta. Nos damos un baño y bebemos unos "buchitos" del ron que nos dejan de regalo en la habitación. Son las dos de la mañana, seis horas menos que en España. Llamo a mi padre para decirle que ya hemos llegado y para preguntarle si Eduardo llegó bien. Cuando le dejamos en Madrid estaba un poco pedo de sake.





17-6-08, martes
Por estar de viaje de novios tenemos derecho a que nos suban un día el desayuno a la habitación en Santiago. Elegimos este. A las nueve en punto nos llega. Comemos fruta, huevos, pan, mantequilla, mermelada, zumos, café... Descubro los bizcochuelos (un tipo de mango específico de la región de Santiago). Se comen con cucharilla y son alucinantemente sabrosos. Nos regalan una excursión en taxi. El taxista se llama Erik Nápoles. Vamos al Morro, al cementerio, al santuario de la Caridad del Cobre, que es la patrona de Cuba, a la Plaza de la Revolución y al cuartel Moncada. El paisaje es bestial. En todos los sitios nos intentan vender puros y ron. Santiago es como un pueblo muy grande y de muchos colorines. Erik es simpático y un poco distante. Nos lleva a comprar una tarjeta de memoria para la cámara de fotos. En la tienda Foto Service compramos una de 512 megas usada a la mitad de precio que una de 128 nueva. Nos deja en la plaza de la catedral. Por lo menos diez personas vienen a hablarnos en menos de cinco minutos. Todos quieren vendernos algo, pedirnos algo o que vayamos a su paladar a comer langosta. No a todo. Todos nos desean un buen día a pesar del no. Nosotros queremos localizar un teléfono para quedar con Hebert. Aparece Yuri. Se ofrece a acompañarnos al teléfono. Nos cae bien. Trabaja en el hotel y nos vio llegar anoche. Se queda con nosotros todo el día. Vamos a beber mojitos a un bar nuevo (nos cuenta que allí van las parejas infieles porque aún no lo conoce casi nadie). Bebemos varios. Una chica nos quiere sacar dinero. Lo consigue conmigo. Enrique me desaprueba. Yuri me entiende (es el primer día y voy medio ciega; ya espabilaré). Ella sale a la calle a sacar dinero a otros “yumas”. Una pareja de canadienses jóvenes se pone muy nerviosa con su insistencia. Vemos que en Cuba no está bien visto perder los nervios. Los mojitos están buenísimos. Los músicos lo hacen muy bien. Resulta que Yuri y Enrique nacieron el mismo día. Vamos a comer a un paladar: pollo, camarones y langosta, aunque no es legal. Todo muy rico. Sobre todo el pollo. Echamos la tarde paseando Santiago. Verde, azul, amarillo…, nos encantan los colores. Yuri, como me ve beber como ellos y se teme lo peor, dice que lo más bonito es que tu novia se ponga borracha y poder llevarla en brazos a casa. Yuri ni se imagina el aguante que tengo. Vamos al barrio francés. La arquitectura es una maravilla. Los desconchados, los apuntalamientos, las ruinas, no lo son tanto, pero la realidad es que tienen menos peso cuando miras. Conocemos a Guillermito. Es “loco al rock” y como Yuri sabe que a Enrique le mola, nos lleva a su casa. Es vecino de Yuri en el “Tivolí” y debe de ser el tío más raro del barrio porque en Cuba los roqueros son una rareza. Vive en una casa colonial de techos altísimos con su abuela, una prima, su marido y una niña pequeña. Es huérfano y dice que si no fuera por su abuela ya se habría largado de Cuba. La abuela es lo más. Nos tuesta y nos prepara café en el momento. A mí me dan un gatito pequeño para que lo guarde y Enrique y Guillermito se ponen a hablar de lo suyo. Yo no entiendo nada pero entre el gatito, la abuela y el olor a café estoy muy a gusto. Yuri entra y sale de la casa. Va a recoger a su niño al colegio. Lo deja. Él, Guillermito, Enrique y yo nos vamos a dar un último paseo y a ver el mirador del “Tivolí”. Anochece de golpe (allí pasa eso; tienes el sol encima de la cabeza y de repente desaparece) y Yuri se pone un poco nervioso y nos dice que nos vayamos ya. Entendemos que es posible que el sitio en el que estamos no sea muy seguro. Nos vamos. Nos despedimos. Enviaremos un móvil a Yuri y el Christ Illusion de Slayer a Guillermito. Nos montamos en un taxi rojo de los años 50. Cenamos pizza. Quedamos con Hebert. Subimos al bar del piso veinte del hotel. La ciudad son cuatro luces. Nos vamos a dormir. En todo el viaje no tendremos la suerte de volver a encontrar gente como ellos tres.





2 comentarios:

Ediciones del 4 de Agosto dijo...

¡Qué bien! Menos mal que has actualizado, te creía perdida para la causa bloguera.

Sonia San Román dijo...

Me encanta!
Quiero másssssssssss...