jueves, 1 de octubre de 2009

martes 10 de junio, palermo, monreale, cefalú




miércoles 10 de junio: palermo, monreale, cefalú los dueños del hotel (literalmente familiar) no esperan que bajemos tan temprano a desayunar, así que la señora tiene que salir corriendo a comprar los cornettos de crema para acompañar al capuccino la idea es ver la capilla palatina, pillar el bus para ver la catedral de monreale, volver y pillar el tren para ir a cefalú a echar la tarde en la playa la capilla palatina es impresionante, era la capilla real de los reyes normandos y se construyó en el siglo doce, la decoración de mosaicos dorados es una maravilla y la la catedral de monreale es aún más impresionante, también del siglo doce, también encargada por un rey normando, también llena de mosaicos de oro (2000 kilos se calculan cubriendo paredes y techos), un claustro precioso llenito de incrustaciones de mármol, una capilla barroca delirante... de regreso, de camino a la estación de trenes, andamos las vias porta di castro y del ponticello, "la pequeña habana" en estado puro si no fuera por las mantas de leopardo que cuelgan de algunos de sus balcones (no por el estampado que puede ser muy habanero, sino por el material) las calles de la antigua guidecca (judería) hoy están llenas de kebabs, pequeños talleres, copisterias..., los nombres de las calles (via calderai, vicolo meschita, via del giardinaccio...) están escritos en italiano, árabe y hebreo llegando a la estación de trenes un señor que vende pescado se empeña en regalarme un par de peces porque le he dado un cigarro y hoy es su cumpleaños el camino a cefalú es una sucesión de playas y más playas mientras enrique dormita yo voy buscando palabras en el diccionario (hablo mucho en italiano estos días a pesar de tener poca idea)

la playa de cefalú, concretamente la de la marina vecchia, donde se recogen las barquitas de pescadores al atardecer, es una de las imágenes más fotografiadas de sicilia (de hecho, es la portada de nuestra guía) y una de las localizaciones de cinema paradiso parte de la ciudad antigua y de su muralla se vuelcan literalmente en el mar, de forma que uno puede bañarse y tomar el sol y estar tocando muros que tienen siglos de antigüedad la calma de cefalú, sus calles cuidadas, los colores de sus fachadas (piedra, crema, blanco), su ambiente delicado, contrasta terriblemente con el desastre que es palermo, pero, aún así, no llega a parecer una ciudad de mentira comemos atún a la brasa, pulpo, gambas, calamares, vino blanco y vino de marsala en un restaurante en el lungomare, subimos a la catedral normanda que es una pasada (curioso el contraste de estilos decorativos del techo), callejeamos hasta llegar a la playa que, verdaderamente, invita

nos bañamos mucho y, antes de volver a palermo, probamos la casatta y los canolis (los dulces típicos sicilianos hechos con queso ricotta) que están riquísimos

y nos volvemos y yo sigo buscando como la gañana que soy palabras en el diccionario que no me llego a aprender mientras enrique dormita y cuando llegamos a palermo casi nos atropella un coche (igual que antes otras mil veces) y no sé por qué pero enrique decide volverse y quejarse al conductor precisamente esta y resulta que es el tío más malencarado de toda la isla y con una mirada turbia y cruzada que nos hace unos gestos bastante malrrolleros dos perros callejeros que chivan en la puerta de nuestro hotel me ponen al borde del colapso nervioso pasado el susto y la tontería y las ganas de encerrarme para siempre, ya de noche, localizamos un sitio estupendo justo detrás del teatro politeama (antes vemos por el enrejado a una compañía de ballet preparándose para salir a escena, todos tutús, maquillajes teatrales y mallas rojas) se llama berlín y nos invita de nuevo al maravilloso mundo de las happy hours de estas latitudes (comida y más comida por la patilla con un dj que nos pone la cabeza como un cesto hasta que empieza a pinchar a los bee gees y cosas por el estilo) buscando un restaurante recomendado en la guía andamos por la palermo más señorial (que no es muy señorial aún así), la del ensanche, la de via della libertá, de amplias avenidas, edificios nuevos y bares en los que la gente tira mucho del hippy o boho chic y fuma petas en la puerta odio la moda de subirse las cuellos de los polos de los jóvenes italianos en general en el restaurante, en la plaza luigi sturzo (un lugar no-encantador en absoluto, igual que no-encantadoras en absoluto eran las camareras) cenamos bien, un cuscus de pescado muy abundante y unos tagliatelle con ricotta y berenjenas volvemos despacito hacia el hotel, aunque desde aquí más bien parece que volvemos a otra ciudad distinta un grupo de mascachapas palermitanos miran (lo juro) con un poco de miedo a enrique un señor vestido de cocinero prepara crepes con nutella hacemos un intento de andar la via candelai completa hasta la catedral pero estoy nerviosa, estoy rara, tengo ganas de dormir el desasosiego es real, como un dolor leve pero persistente, como un temblor, como si tuviera frío todo el tiempo





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